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Soldado de la RDC patrullando una de las zonas atacadas presuntamente por ADF. Fuente: AFP

Noticia 28/2021

Soldado de la RDC patrullando una de las zonas atacadas presuntamente por ADF. Fuente: AFP

 

Este grupo, establecido en la frontera entre Uganda y la RDC desde finales de los 1990, tiene una relación estrecha con la franquicia de Daesh en la zona, denominada ISCAP y que opera en la región desde 2019, llegando incluso a ser muy complejo distinguir entre los ataques de ambos.

En la madrugada del pasado domingo, dos localidades al noreste de la República Democrática del Congo (RDC) fueron objeto de uno de los peores ataques que la zona ha experimentado en los últimos años. Un grupo armado asaltó la localidad de Tchabi y un campo de desplazados cerca de Boga, incendiando hogares y secuestrando a civiles a su paso. De esta masacre se contabilizan al menos 55 fallecidos por el momento, aunque esta cifra puede aumentar durante los próximos días.

A falta de una reivindicación oficial, la armada congoleña y colectivos de derechos humanos atribuyen la autoría del ataque a la insurgencia islamista Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, por sus siglas en inglés), una milicia terrorista de origen ugandés que ha causado más de 800 muertes solo en el año de 2020 y que tiene desplegada su órbita de influencia en la zona donde se encuentran las localidades que han sido objetivos de ataque.

Breve caracterización de las Fuerzas Democráticas Aliadas

ADF es el resultado de una cruenta batalla entre la armada de Uganda y el grupo radical Uganda Muslim Freedom Fighters (UMFF), que buscaba derrocar al gobierno y terminaron por enfrentarse en una lucha que forzó a los últimos a desplazarse al otro lado de la frontera congoleña, país en ese momento conocido por Zaire. Una vez desplegados, unieron fuerzas con un grupo que actuaba de manera local a lo largo de la frontera entre ambos países llamado Armada Nacional para la Liberación de Uganda (NALU, por sus siglas en inglés), y juntos comenzaron a operar en 1996 en la zona.

Ya a principios de la década de 2010 se comenzaba a vislumbrar una islamización de la identidad grupal. Lo que inicialmente fue considerado una fuerza de insurgencia y resistencia contra la opresión del gobierno ugandés fue derivando progresivamente en una concepción dogmática de la ley islámica como principal nexo cohesionador del grupo, un eje fundamental del pensamiento de la organización que ha llevado en numerosas ocasiones a crear roces internos en torno a esta concepción. Una vez comenzaron este progresivo desplazamiento en la base fundamental del grupo, la violencia y los ataques empezaron a aumentar. Una de sus principales masacres se dio en 2014, cuando atacaron la localidad de Oicha, cerca de la ciudad de Beni, y asesinaron a 38 personas. Solo en los meses de octubre a diciembre de 2014, de hecho, asesinaron a más de 250 personas mediante intrusiones furtivas en los poblados.

Entre los objetivos principales del grupo, que ha encontrado en la provincia congoleña de Kivu Norte su órbita de influencia, se ha encontrado principalmente el derrocar al gobierno de Uganda y crear un Estado islámico, aunque todos sus seguidores no hayan parecido comulgar con esta segunda premisa. Uno de los principales eventos que marcaron el devenir de la organización fue el arresto de su líder Jamil Mukulu en 2015 en Tanzania y su extradición a Uganda, donde está siendo juzgado actualmente por crímenes contra la humanidad y delitos relacionados con el terrorismo. Seka Baluku ha sustituido el liderazgo de Mukulu desde entonces, llevando a cabo atentados contra fuerzas de mantenimiento de la paz, la armada congoleña y la población civil.

Recientemente, la proyección y actividad de ADF se ha visto condicionada por su supuesta vinculación a franquicias islamistas en el continente africano, lo cual no ha sido oficialmente demostrado hasta la fecha pero ha proporcionado un cierto margen de maniobra a las autoridades ugandesas para llevar a cabo operaciones militares que neutralizaran a esta insurgencia islamista así como recibir financiación extranjera destinada a este fin. Por su parte, el gobierno congoleño ha oscilado entre el apoyo indirecto y la condena más firme hacia el grupo armado, pues este ha representado tanto una amenaza directa para Uganda, país históricamente rival de RDC, como un riesgo para la población civil fronteriza entre ambos países, especialmente en el lado de Kinshasa. También se le atribuye una relación con la franquicia de Daesh que opera desde 2019 en la región bajo el nombre de Estado Islámico en África Central (ISCAP, por sus siglas en inglés). No obstante, al no saberse el grado de vinculación exacto entre ambas partes, es difícil saber cuánto esta alianza les ha permitido crecer. De hecho, a pesar de ser dos entes separados, a menudo sus actividades y los postulados que profesan terminan por estar íntimamente relacionados y resulta complejo identificar la autoría de los ataques.

Ahora controlan en su órbita operativa zonas en la provincia de Kivu Norte donde se encuentran varias de las minas de minerales más cotizadas del país – principalmente de oro, coltán y diamantes – así como un vasto entramado de financiación extranjera que permite la supervivencia del grupo. Sin embargo, su número se ha visto intensamente reducido desde la campaña ofensiva ugandesa en 2013, que terminó con buena parte de los militantes de ADF. Se estima que el tamaño actual ronda los 500 miembros, algunos implicados en continuar en la lucha armada bajo el prisma islamista y otros optando por la generosa remuneración que el grupo parece ofrecer.

En marzo de este año, el mismo mes al que se pospuso el juicio de Mukulu, Estados Unidos categorizó a ADF como un grupo terrorista. En cualquier caso, ADF ha conseguido resistir a todos los intentos por acabar con él en sus casi 30 años de existencia, y de confirmarse la autoría del reciente ataque, uno de los más letales en el pasado más reciente en RDC, el grupo parecería haber encontrado en su alianza con ISCAP la oportunidad de desplegar una capacidad operativa mucho más sustancial que cuando no contaban con el respaldo de la organización yihadista transnacional.