Reflexiones sobre la estrategia del descabezamiento en la lucha antiterrorista

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Imagen de Qassim al-Raimi, líder de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), quien fue abatido en enero de 2020.

Imagen de Qassim al-Raimi, líder de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), abatido durante una operación estadounidense en enero de 2020. Fuente: Reuters.

¿Es posible medir la eficacia de la lucha antiterrorista frente al fenómeno yihadista a partir del descabezamiento de los líderes del movimiento? ¿Cómo se puede medir cualitativa y cuantitativamente las consecuencias del éxito que supone eliminar a las figuras más carismáticas? ¿Qué implica para los grupos terroristas el perder a sus caras más visibles? ¿Cuán mermados resultan tras recibir estos golpes?

Estas son algunas de las preguntas que han ido planteándose desde diferentes ámbitos durante las últimas décadas a la hora de analizar la efectividad del descabezamiento como estrategia para hacer frente al terrorismo. El reflexionar sobre estas cuestiones se presenta en un momento más que oportuno al encontrarnos en un contexto en el que durante el último año, el fenómeno yihadista tanto en su vertiente local/regional como global ha perdido a varios de sus referentes en distintas operaciones antiterroristas.

Las dos grandes franquicias del terrorismo yihadista, Al Qaeda y Daesh, han sufrido durante el último año  la pérdida de algunas de sus mayores figuras, ya fuesen miembros de su estructura central o de alguno de sus brazos regionales.  En este sentido, la mayor de ellas es, sin duda alguna, la muerte de Abu Bakr Al Bagdadi, líder y califa del autodenominado Estado Islámico, durante una operación en la provincia siria de Idlib, tras activar su cinturón de explosivos en el momento en el que quedó acorralado sin salida en un túnel el 26 de octubre de 2019. Un mes después, era abatido por soldados franceses en Mali el segundo terrorista más buscado del Sahel, Abu Abderrahman al Maghrebi, más conocido como Ali Maychou, considerado como número dos y líder religioso de Jamaat Nusra al Islam wal Muslimin (JNIM). Asimismo, en lo que ha transcurrido de 2020 también se han dado otras operaciones de envergadura similar, siendo una de las de mayor trascendencia la acaecida a finales de enero en Yemen, país en el que una operación estadounidense desarrollada mediante el uso de drones acabó con la vida de Qassim al-Raimi, quien desde 2015 era el líder de la franquicia regional de al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA)[1]. Por último, hace apenas unos días, se hizo pública la noticia que informaba sobre la detención de Zia ul-Haq, más conocido por su alias Sheikh Omar Khorasani, quien ostentaba el cargo de líder regional de Daesh para la provincia de Khorasan. En esta misma operación desarrollada por las fuerzas antiterroristas afganas en Kabul se detuvo tanto a Saheeb, al portavoz de Wilayat Khorasan (ISIS-K), como a Abu Ali, jefe de inteligencia.

A estos cuatro líderes del movimiento yihadista eliminados o detenidos recientemente es preciso sumarle un nombre que con toda probabilidad habría acabado teniendo un rol de relevancia similar al de estos, ese nombre es el de Hamza bin Laden, quien murió durante un ataque aéreo estadounidense durante los últimos días de julio de 2019. Si bien es cierto que el papel del hijo del carismático líder de al Qaeda todavía era bastante limitado dentro de la organización, no es menos cierto que los planes que existían para él se centraban en formarlo para que en un futuro pudiese ser un digno heredero de la obra de su padre. Una muestra de ello es que, durante los últimos años, Hamza bin Laden había comenzado a aparecer en distintas ocasiones a través de mensajes de audios en canales oficiales de la organización, pudiéndose entrever el futuro que al Qaeda tenía destinado para él al ser presentado e introducido en alguno de estos comunicados por el propio Ayman al-Zawahiri, actual líder del grupo.

Tanto al Qaeda como Daesh son conscientes de lo inevitable que resulta el no perder a algunos de sus líderes más representativos en operaciones realizadas por las fuerzas antiterroristas. Precisamente, Abu Muhammad al Adnani, el portavoz más carismático que ha tenido Daesh y el tercero en ocupar dicho cargo, se expresó siguiendo esta misma línea en diferentes ocasiones con la intención de restar valor a la figura individual dentro del fenómeno yihadista y presentar al movimiento como un ente más sólido que no puede resquebrajarse por la pérdida de una única parte. Así lo atestiguó el propio Adnani el 21 de mayo de 2016 en un discurso que llevaba como título en inglés “That they live by proof”, siendo esta su última intervención antes de resultar muerto en un ataque aéreo el 30 de agosto de ese mismo año:

Seréis derrotados. ¿O creéis, Oh América, que la victoria se encuentra al matar a un líder o a otro? De ser así, eso sería entonces una falsa victoria. ¿Salisteis victoriosos cuando matasteis a Abu Mus’ab (al Zarqawi), Abu Hamza, Abu Umar (al Bagdadi) o Usama (Bin Laden)? ¿Os creeríais victoriosos si mataseis a ash-Sishani (Abu Omar)[2], Abu Bakr (al Bagdadi), Abu Zayd (al-Iraqui) o a Abu Amr (al-Absi)? (…) Nosotros seremos derrotados y vosotros venceréis solo si sois capaces de eliminar el Quran de los corazones de los musulmanes” ¡Qué imposible hazaña![3].

Leyendo entre líneas la totalidad del comunicado se observa que Adnani tenía un claro mensaje que transmitir, siendo este el de insuflar ánimo a todos los seguidores en un momento en el que Daesh comenzaba a perder territorios. De paso, trataba de preparar a los miembros de la organización de cara a las posibles bajas de relevancia que se podrían dar en un futuro cercano en el seno de la agrupación, algo en lo que no se equivocó en absoluto.

La muerte o la detención de figuras representativas del fenómeno yihadista no ha tenido consecuencias a corto plazo en cuanto a un retroceso de la actividad o a la pérdida considerable de capacidad de los grupos afectados se refiere. A día de hoy, tampoco tendría por qué esperarse que las consecuencias de los acontecimientos recientes citados mermasen al fenómeno terrorista a medio o largo plazo, ya que existen ejemplos que se han dado antaño que así lo atestiguan. Si se retrocede hasta el año 2011, fecha en la que se produjo la muerte de Bin Laden en su escondite de Abbottabad en Pakistán, se puede considerar que este duro golpe fue más resultado de la pérdida de todo aquello que representaba Bin Laden en cuanto a una figura carismática con un sólido liderazgo que propiamente en términos operativos o tácticos de la organización, dado que al Zawahiri mantuvo las mismas decisiones y estrategia establecida por su antecesor. Desde una perspectiva más amplia en términos geográficos, lo cierto es que el fenómeno yihadista global no se vio afectado por esta muerte en cuanto a la implicación directa sobre su propio desarrollo, ya que desde entonces la presencia de grupos que actúan bajo el influjo de esta ideología ha seguido expandiéndose hasta llegar a día de hoy a unos límites territoriales nunca antes vistos.

La eliminación durante el último año de algunos de los líderes terroristas más importantes en ningún caso podrá entenderse de forma aislada como una victoria que haga retroceder a un movimiento yihadista global cuyas raíces ideológicas parecen arraigarse más sobre el terreno que ocupan a cada golpe que recibe en su copa.

La ordenación jerárquica típica de la estructura central de las grandes organizaciones yihadistas permite que la pérdida de sus cargos de mayor relevancia pueda ser reemplazada rápidamente sin que ello tenga mayores consecuencias en el devenir del grupo. En este sentido, una opción preferible a la hora de combatir de forma efectiva a estos grupos sería el optar por descabezar los mandos intermedios, quienes son los encargados de transmitir las órdenes emanadas desde la cúspide de la pirámide hacia aquellos que se encargan de materializarlas en la base de la organización.

[1] Menos de un mes después, AQPA anunció que el cargo vacante de al-Raimi había sido ocupado por Khalid Batarfi. Por otro lado, el incremento de ataques con drones que se observa por parte de Estados Unidos en Yemen durante el año 2020 podría mantener una relación con el atentado reivindicado por AQPA en la base militar estadounidense de Penascola del pasado diciembre.

[2] Abu Omar Al-Sishani fue abatido apenas dos meses después durante un ataque estadounidense en la ciudad iraquí de Sharkat.

[3] Este fragmento ha sido traducido al español desde la versión en inglés del texto, accesible en la obra: HARORO, J., WHITESIDE C., y WINTER, C. (2020), The Isis Reader. Milestone Texts of the Islamic State Movement, Oxford University Press.