Un camión bomba estalla contra una mezquita en las afueras de Kabul

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La mezquita en el distrito de Shakar Dara, momentos después de la explosión. Fuente: Las Vegas Review Journal.

Noticia 23/2021

Ana Aguilera

La mezquita en el distrito de Shakar Dara, momentos después de la explosión. Fuente: Las Vegas Review Journal.

 

El pasado viernes, un camión bomba se estrellaba en el interior de una mezquita del distrito de Shakar Dara, al norte de la capital, mientras se celebraban las oraciones del viernes y los fieles celebraban la festividad de Eid al-Fitr que marcaba el fin del mes de Ramadán. Ha provocado 12 muertos hasta la fecha, incluido el imán, y otros 15 heridos.

En plena tensión entre el gobierno afgano y los talibán, y estando el país todavía conmocionado por el ataque a una escuela secundaria en Kabul pocos días antes, el régimen atribuyó el ataque a la insurgencia talibán, quien negó cualquier tipo de responsabilidad, mientras que este a su vez culpó a los servicios de inteligencia afganos de estar detrás del ataque. Finalmente, la franquicia de Daesh en el país reivindicó el atentado a través de su canal de Telegram Nasheer News.

Este ataque evidencia la continua escalada de violencia en el país en un contexto de abandono de las tropas estadounidenses anunciado recientemente por la administración Biden, mientras que el diálogo intra-afgano se encuentra estancado y los cruces de reproches entre el gobierno y los talibán es una constante.

En un alto al fuego relativamente frágil entre ambas partes, los grupos yihadistas intentan sembrar el caos y una falta de entendimiento a nivel político en Afganistán. En este caso en particular, la filial local de Daesh, Wilayat Khorasan, se nutre de la desestabilización y la falta de confianza de la sociedad en el gobierno, mediante ataques continuados a lugares simbólicos y especialmente en fechas señaladas, como esta mezquita en pleno fin de Ramadán. Lo que parecía un motivo de celebración se convierte en una desgracia para los musulmanes a lo largo del país, y el temor a que se intensifiquen estos atentados crece entre la población.

Los ataques continuados contra la población civil evidencia asimismo una falta de seguridad efectiva de las fuerzas estatales a la hora de proteger a su propia gente, lo cual demuestra a su vez que hasta la fecha la escalada de una violencia constante y perpetuada en el tiempo no se había materializado de una manera tan tácita gracias a la presencia y el apoyo extranjero en suelo afgano. La confianza en el régimen, en consecuencia, queda comprometida y el riesgo de una instauración de un gobierno talibán se muestra como una alternativa cada vez más plausible.

De lo anterior es consciente el Presidente afgano, Ashraf Ghani, quien incluso ha ofrecido el fin anticipado de su propio mandato si eso trae la paz al pueblo afgano. La gran preocupación desde la comunidad internacional, sin embargo, no es tanto su renuncia como presidente sino su efectividad a la hora de controlar la radicalización extremista y el terrorismo en el país, así como una responsabilidad, estabilidad y compromiso en el seno de los poderes del Estado a la hora de cumplir con su deber como garante de la seguridad y cohesión de la nación. La situación actual muestra que ofrecer un cargo con un propósito marcadamente altruista no serviría para traer la paz al país si este movimiento no va acompañado de una garantía de la moderación en las dinámicas internas de la política afgana. De lo contrario, estaría dejando un vacío institucional que su contraparte talibán no dudaría en aprovechar.