Análisis jóvenes investigadores 12/2020
Daniel Pérez
El terrorismo es un fenómeno global que todos tenemos presente, pero, ¿sabríamos dar una definición consensuada de terrorismo si le preguntamos a personas de distintos países y edades? Probablemente obtendríamos como respuesta muchas aristas distintas de una realidad que pareciera ser común. Lo cierto es que este es uno de los mayores retos de la academia e instituciones dedicadas al estudio del terrorismo y que no tiene fácil solución. ¿Qué es el terrorismo? ¿Nos afecta a todos por igual? ¿Ha evolucionado en el tiempo? ¿Existen varios niveles de análisis? A todas estas incógnitas y dudas le vamos a intentar dar respuesta.
El terrorismo es un fenómeno capaz de distorsionar su capacidad de daño real, pues se mueve con soltura y destreza en el plano mediático y en el de la manipulación psicológica de sociedades de todo el mundo. Por ello nos preguntamos, ¿sabríamos enumerar correctamente las zonas de mundo más afectadas por la violencia del terror? ¿Incurriríamos en sesgos? La verdad es que la cosmovisión de cada persona y la subjetividad individual pueden inducirnos a error. Si le preguntamos a un estadounidense es muy probable que responda que es su país, pese a que la nación norteamericana sea la Nº22 en la lista del Índice de Terrorismo Global1 (GTI, por sus siglas en inglés), el cual mide el impacto global del terrorismo en el mundo. O si le preguntamos a un ciudadano europeo por el terrorismo islamista quizás piense en Francia o Austria a tenor de los últimos trágicos acontecimientos. Si miramos las cifras de alguno de los informes mensuales del observatorio de atentados yihadistas del OIET2, igual –o no– nos sorprendería ver en las primeras posiciones a Afganistán, Burkina Faso o Nigeria.
Más allá de cifras y percepciones preliminares, deberíamos preguntarnos: ¿tenemos a nivel internacional una noción clara de qué es y qué no es terrorismo?
Aproximaciones a una definición común
Pero, ¿por qué es necesaria una definición común del fenómeno del terrorismo? El profesor Edwin Bakker señala que “es verdaderamente importante consensuar una definición global para mejorar la cooperación internacional en materia de seguridad internacional y terrorismo en las organizaciones internacionales, aumentar el acuerdo global en las medidas judiciales que tomar en contra de estos crímenes, compartir datos en función a patrones comunes que faciliten el trabajo conjunto de servicios de inteligencia, ejércitos y cuerpos policiales y de seguridad; y evitar la invitación al abuso de poder en el que se silencia a movimientos opositores catalogándolos de terroristas cuando no existe comportamiento manifiesto probado en función al consenso internacional sobre qué sí es y qué no es terrorismo”3.
Si vamos al plano multilateral de las Naciones Unidas, el ex Secretario General, Kofi Annan se empeñó enormemente en este aspecto. Movilizó conferencias internacionales, expertos, paneles de análisis y diálogos entre países para consensuar y conseguir dar con una definición común de terrorismo y así batallar de forma conjunta al fenómeno. Sus esfuerzos cayeron por una parte en balde, pues ninguna propuesta fue aprobada por unanimidad. Muchos Estados coincidían en la parte de asesinato deliberado contra inocentes, pero no en otras propuestas que no contemplaran aceptable la idea de luchar contra potencias ocupantes o que se excluyera el terrorismo de Estado.
Aún así, una de las más propuestas más utilizadas a nivel internacional es la resultante de la Convención Internacional para la Supresión de la Financiación del Terrorismo de Naciones Unidas (1999). Bajo este acuerdo, se consensuó que reconocían como acto terrorista aquel “destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse a hacerlo” 4.
Estas definiciones, a su vez, se siguen desarrollando para recoger más fehacientemente la amplia actividad del terrorismo. El investigador del Real Instituto Elcano, Fernando Reinares, diferencia el terrorismo transnacional del terrorismo internacional. En primera instancia, el término de terrorismo transnacional lo hace al referirse a aquellos actos terroristas que trasvasen fronteras, sin que ello conlleve a la implantación territorial o actividades mantenidas en el tiempo en diferentes países. Por su parte, concluye que el terrorismo internacional engloba a los fenómenos anteriores; siendo este “el que se practica con la deliberada intención de afectar la estructura y distribución del poder en regiones enteras del planeta o incluso a escala misma de la sociedad mundial. En segundo término, aquel cuyos actores individuales y colectivos hayan extendido sus actividades por un significativo número de países o áreas geopolíticas, en consonancia con el alcance de los propósitos declarados”5.
Elementos definitorios del terrorismo
Pese a poder encontrar tantas definiciones de terrorismo que no cabrían en este artículo, consideramos más oportuno afrontar la delimitación del fenómeno del terrorismo en base a una serie de elementos comunes que lo caractericen, en lugar de definiciones fijas. Como hemos podido observar a lo largo de este trabajo, no hablamos de unos hechos inmutables, sino en perenne transformación. Dicho esto, podemos englobar sus elementos más destacados en tres grandes bloques: violencia política, razonamiento y método, y propaganda. Es primordial destacar el daño físico de los actos terroristas contra una cierta población o grupo social. Del mismo modo, esa violencia tiene detrás un sistemático y razonado método para generar el efecto deseado. Estos elementos, a su vez, ven necesarias una promoción y difusión interesada tras los ataques terroristas, para infundir el miedo e impactar más al grupo objetivo6.
El terrorismo está íntimamente ligado a lo político por sus orígenes y por su uso como herramienta para revertir un orden, para conseguir unos determinados objetivos políticos. Estos pueden ser diversos como la separación de un territorio, la implantación de una religión o el seguimiento de una ideología. Hablamos, por supuesto, de violencia por su necesidad de daño físico, además del psicológico, contra blancos objetivos como autoridades políticas, población civil, infraestructuras y/o monumentos históricos o simbólicos. Además, el terrorismo necesita de una planificación, organización y sistematización de toda su narrativa y acción operativa, que bebe de lógicas revolucionarias, métodos subversivos y asimétricos. La consecución de estos objetivos y fines políticos hacen necesario todo un razonamiento que defienda y mantenga en el tiempo la incuestionable necesidad de usar la violencia como instrumento para conseguir esa causa determinada por la que hay que darlo todo7.
Autoras como Julia Bachiecca8, al hablar de terrorismo anarquista, destaca lo pionero de la estrategia propagandística del terrorismo. Es decir, que a partir de las acciones se construirá la lógica y narrativa terrorista, y no al revés. Tanto la violencia política como sus causas y medios, serán avalados y difundidos por una estrategia de propaganda con la que sobredimensionar el daño objetivo por el percibido, insertar el miedo en determinados grupos y comunicar sus acciones y fines.
Categorías de terrorismo
En no pocas ocasiones, por su mal uso periodístico y la falta de información en la sociedad, el terrorismo es también confundido con otras formas de violencia. Al ser amplios estos planteamientos, no debemos incurrir en confundirlo, interesada o desinteresadamente con otros fenómenos violentos. El terrorismo no debe ser asimilado al delito común pues sus motivaciones, que son colectivas y racionales, son contrarias a este fenómeno. Lo mismo ocurre en cuanto a sus intenciones, que en el caso de la delincuencia común no buscan per se conllevar un efecto psicológico que modifique la opinión pública o un sistema político; cuando sí es la clara intencionalidad del terrorismo. Otro movimiento que se difumina con el terrorismo es el de la guerrilla. Que ni en su razonamiento operativo, ni en el control territorial, ni en la formalidad de los combatientes; encuentra modelos exactamente iguales al terrorismo aunque se confundan en la praxis9.
Asimismo, erramos en hacerlo todo terrorismo. El terrorismo tampoco es insania violenta, sino fanatismo; pues pese a que no la entendamos o compartamos, existe una racionalidad y lógica detrás de esta violencia. El quid diferencial está en que en cierta parcela de la realidad se elevan los modelos y planteamientos a la categoría de total, aludiendo al planteamiento que hacía Hannah Arendt en “Los orígenes del totalitarismo”10. Es decir, “una idea romantizada, dogmatizada y teologizada de lo que un país, una cultura o una sociedad debe ser; por la que morir y que otros mueran”11.
Si bien existen muchísimas categorizaciones diferentes de terrorismo, para concretar en nuestro estudio nos centraremos en tres grandes tipologías: nacionalista, revolucionario y religioso. En tiempos pasados las diferencias eran más notables y visibles, pero el análisis de la coyuntura actual en esta materia nos hace confirmar que los límites son cada vez más confusos y más sobrepuestos. Encontrando organizaciones terroristas que razonan sobre una variedad complementaria de anhelos y fines12.
En el caso del terrorismo nacionalista o étnico, el patrón viene marcado desde la primera mitad del siglo XX con el caso del Irgún. El éxito de este grupo radica en la deslegitimización de los colonos a través de la respuesta violenta y desproporcionada a sus atentados. Una estrategia con la que descubrieron la potencialidad del impacto en el exterior de la comunicación y la propaganda. El FLN argelino o la EOKA chipriota, así como los sucesivos grupos terroristas de carácter nacionalista, basarán parte de su estrategia en este patrón.
La segunda mitad del siglo XX, entre otros muchos factores, estuvo marcada por un claro carácter contracultural y antisistema. Una juventud que se emancipaba y abrazaba nuevos planteamientos y cosmovisiones. Todo ello se materializaría en fenómenos que van desde el movimiento hippie al Mayo del 6813. Este despertar de rebeldía y de desencanto, también, se transformaría en protestas masivas y movilizaciones marcadamente políticas, que a pesar de su generalidad pacífica, derivaron en violencia. Como hemos visto anteriormente, destaca en el razonamiento terrorista el uso de la violencia como herramienta de cambio político, y esta ocasión no fue para menos. El caldo de cultivo era el idóneo para derivar en justificar el daño físico por la causa. A partir de este período histórico, nacieron muchos de los grandes grupos terroristas revolucionarios como las RAF alemanas, las Brigadas Rojas italianas o posteriormente Acción Directa en Francia14.
Del mismo modo, sobre los elementos que constituyen el terrorismo, se razona el terrorismo religioso. Al ser Dios la causa última que se defiende, no existe ni falibilidad ni cuestionamiento, pues es la voluntad divina y no una mera causa política lo que lo dirige. Esta tipología se aleja por completo de la doctrina de cualquier religión, que suele ser de paz. Al interpretarse de manera radical los textos sagrados, sus escrituras son ley de obligado cumplimiento y no cabe la duda ni la contención. Ejemplo de ello son los terroristas suicidas, que, ante una infalible doctrina, dejan su vida por defender su particular visión de la moral religiosa y los sacrificios necesarios para satisfacerla15.
Si las razones del terrorismo son variadas, su método de combate lo es aún más. El terrorismo ha mutado a la perfección y ha asimilado las últimas y más avanzadas tácticas híbridas en los conflictos. Asimismo, es de especial interés el frente informativo del terrorismo. Es fundamental para el terrorismo comunicar sus actos, conseguir adhesión a su causa y dirigir la narrativa en su favor. Para ello, se comienza incidiendo en el lenguaje político para fragmentar la opinión pública e introducir el lenguaje del miedo en los medios de comunicación. De esta manera, se altera la percepción social de la dimensión del fenómeno y de sus capacidades, creando un discurso ficticio con el que fortalecer su violencia mortífera. Uno de los hechos derivados de esta metodología es la transferencia de la culpa, es decir, que la sociedad perciba que el último responsable de los actos terroristas son las acciones y decisiones tomadas por el Estado y no de la organización terrorista en sí. Este planteamiento altera cualquier tipo de política antiterrorista, incapaz de implementarse sin el apoyo ciudadano16.
Saber hacer frente al terrorismo requiere de una conceptualización y una respuesta acorde a su realidad, pues englobarlo todo en este fenómeno solo consigue comprar los designios terroristas y empobrecer el debate en torno a cómo acabar con esta modalidad de violencia política. Desde sus orígenes modernos hasta la actualidad, el terrorismo es un fenómeno que no ha cesado de evolucionar y cambiar. Se adapta con alta eficiencia al signo de los tiempos. Es por ello que el seguimiento de su evolución es tan importante para diferenciar qué es verdaderamente terrorismo y qué no lo es.
Como mencionábamos al principio, terrorismo es un concepto de muy difícil delimitación y querer simplificarlo hasta el extremo o categorizar cualquier cosa que no nos guste como tal da alas a los criminales mientras no exista una respuesta conjunta de la comunidad internacional. En cambio, para hacerle frente de forma efectiva es necesario saber a qué se combate. De ahí lo relevante de avanzar en el consenso de una definición global de este fenómeno. Dados estos motivos, consideramos más oportuno no dar una definición canónica, sino una serie de elementos comunes como lo son el uso de la violencia política, el razonamiento y método y la propaganda. Partiendo de esta base, se pueden observar y contrastar las diferentes formas de terrorismo que existen en nuestra actualidad con el fin de combatir a cada acción de manera individualizada como se debe y ser más eficaces en la erradicación de este tipo de violencia.
Referencias
1 Institute for Economics & Peace. (2019). Global Terrorism Index 2019. Measuring the impact of terrorism. Recuperado de: https://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/GTI- 2019web.pdf
2 Igualada, C. (2020). Observatorio de atentados yihadistas de octubre de 2020. Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo. Recuperado de: https://observatorioterrorismo.com/analisis/observatorio-de-atentados-yihadistas-de-octubre-de- 2020/
3 Bakker, E. (2015). Terrorism & Counterterrorism Studies. Comparing Theory and Practice.
Leiden University Press.
4 Convenio Internacional de Naciones Unidas para la Represión de la Financiación del Terrorismo. (9 de diciembre de 1999). Artículo 2.1. Sección B. Naciones Unidas. Nueva York.
5 Reinares, F. (2005). Conceptualizando el terrorismo internacional. Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, pp. 5-6. Recuperado de: http://biblioteca.ribei.org/803/1/ARI-82-2005-E.pdf
6 Reinares, F. (2003). Terrorism. En: Heitmeyer,W. & Hagan,J. (2003). International Handbook of Violence Research. Kluwer Academic Publishers, pp. 309- 321.
7 Aznar, F. (2011). Terrorismo y estrategia asimétrica. Documento de Opinión 09/2011. Instituto Español de Estudios Estratégicos, pp. 1-5. Recuperado de: http://www.ieee.es/publicaciones-new/documentos- deopinion/2011/DIEEEO09_2011TerrorismoEstrategiaAsimetrica.html
8 Bachiecca, J. (2016). Entre la propaganda por el hecho y los magnicidios anarquistas a fines del siglo XIX. Revista Relaciones Internacionales – Nº 50 (Segmento Digital). Instituto de Relaciones Internacionales – UNLP, pp. 3-4.
9 Rivas P. (2007) Terrorismo político en la contemporaneidad. Comparación de formas diversas de violencia y definición esencial. En: Oriente Próximo y nuevo terrorismo. (ed. P. Rivas y P. Rey). Editorial Fragua. Madrid, pp. 115-127.
10 Arendt, H. (1951). Los orígenes del totalitarismo. Schocken Books.
11 Madina, E. (2018). Cursos de Verano de la Universidad de Málaga. Encuentro con Eduardo Madina. Universidad de Málaga. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=2y_vIP01Tjs
12 Schmid, A. (2011). The Routledge Handbook of Terrorism Research. Routledge. Taylor & Francis Group, pp. 158 – 200.
13 Romaní, O y Sepúlveda, M. (2005). Estilos juveniles, contracultura y política. Polis. Revista Latinoamericana, pp. 6-7.
14 Sánchez-Cuenca, I. (2006) El Terrorismo Revolucionario: Mutación y Selección Política. Universidad Complutense. Madrid. España, pp.73-77.
15 Bronkhorst, J. (2009). Violence, terrorisme et religion. Université de Lausanne, pp. 57- 67.
16 Rivas, P. y Plaza, J.F. (2015). El régimen informativo del terrorismo. Propuesta de un modelo hermenéutico. Palabra Clave. Universidad La Sabana. Colombia.
*El Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo no se hace responsable de las opiniones vertidas por los autores de los artículos publicados.