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Homenaje a las víctimas del doble atentado en Utoya y Oslo. Fuente: RTVE

Documento OIET 5/2021

Homenaje a las víctimas del doble atentado en Utoya y Oslo. Fuente: RTVE

 

A lo largo de la última década ha habido un aumento significativo de los actos violentos y los atentados terroristas procedentes de la extrema derecha, lo que ha contribuido a que la internacionalización del fenómeno, así como su globalización se hayan convertido en dos de las tendencias actuales más características. En este sentido, los atentados terroristas en Noruega del 22 de julio de 2011, que quizás sean los ataques terroristas más relevantes en el estudio del terrorismo de la extrema derecha reciente, marcaron a una nueva generación al cambiar las tendencias y paradigmas, sirviendo asimismo como referencia e inspiración para otros futuros terroristas. Aquel día fueron asesinadas 77 personas, jóvenes la mayoría de ellas.

 

Los atentados terroristas

Los ataques terroristas perpetrados por Anders Behring Breivik tenían como objetivo tanto el gobierno como la población civil. Los eventos de ese día se pueden dividir en dos sucesos. Por un lado, el terrorista protagonizó un ataque mediante un artefacto explosivo en un edificio del gobierno, para luego perpetrar un tiroteo masivo en un campo juvenil del partido laborista. El primer evento sucedió en la tarde del 22 de julio del 2011, cuando Breivik, vestido como oficial de policía, estacionó una camioneta en el edificio principal del gobierno en Oslo. En este edificio está la oficina del primer ministro, así como la oficina del Ministerio de Justicia. Aproximadamente, después de las 3 de la tarde, la camioneta que llevaba dentro más de 950 kilos de una bomba basada en fertilizantes explotó en las inmediaciones del edificio, asesinando en el acto a ocho personas e hiriendo a diez más de gravedad. No obstante, aproximadamente 300 personas que estaban alrededor también resultaron afectadas en mayor o menor medida. Posteriormente, Breivik se encaminó hacia las afueras de Oslo, directo a la isla de Utoya, donde se estaba llevando a cabo una reunión de las juventudes del partido laborista en un campamento de verano, con 564 asistentes. Una vez que llegó a la isla, el terrorista, también haciéndose pasar por policía, entró con un rifle semiautomático y procedió a acribillar a los participantes. En la masacre 69 personas fueron asesinadas, entre ellas 33 menores de edad; asimismo, otras 33 resultaron heridas. La intención inicial de Breivik era asesinar a todos los participantes de ese evento; sin embargo, la mayoría logró escapar, escondiéndose en el bosque o en las inmediaciones de la isla, incluyendo cuevas. Las fuerzas especiales tardaron más de una hora en llegar y detener al terrorista, algo que provocaría más tarde todo tipo de críticas. Entre las razones por las que Breivik eligió ese campamento de verano se incluía que la primera ministra fue a dar una charla a los participantes y tenía la intención de secuestrarla. Sin embargo, la primera ministra había partido de la isla horas antes. Paralelamente, el atacante expuso que eligió a ese grupo por considerarlos “traidores”.

 

El juicio y las motivaciones detrás del ataque

Existen muchas versiones que buscan explicar las motivaciones de Breivik ese día. Sin embargo, la más aceptada es la que el propio terrorista expuso: buscar notoriedad para él y su manifiesto, y que sus acciones sirvieran como inspiración para futuros individuos con aspiraciones terroristas. En este punto vale la pena resaltar que el gobierno noruego tuvo un acierto al no televisar el juicio y hacerlo a puerta cerrada, para de esta forma evitar que la información de la investigación respecto al perpetrador se diera a conocer, y por ende impedir que el manifiesto fuera público. Asimismo, Breivik expuso que buscaba que la policía le torturara y rompiera sus principios, para así concederle una victoria ideológica; no obstante, fracasó en su propósito.

Durante el juicio, llevado a cabo entre el 16 de abril y el 22 de junio del 2012, Breivik admitió ambos ataques, pero negó su culpabilidad. No obstante, la investigación demostró que el terrorista había estado alrededor de dos años preparándose para el atentado, por lo que se argumentó que el evento fue premeditado. El principal elemento de esta hipótesis fue el manifiesto que había elaborado y en el que explicaba las motivaciones detrás de sus acciones y los objetivos que buscaba. En el documento de 1.500 páginas Breivik expone sus visiones anti-islámicas, usando la retórica de una “invasión” del Islam hacia Europa; asimismo, culpa a los “traidores” de que esto fuese posible. Es en este último punto donde el autor hace hincapié, exponiendo las diversas categorías de traición y sus consecuencias. Estas fueron algunas de las principales motivaciones por las que se eligió al campamento juvenil del partido laborista, de corriente izquierdista.  Finalmente, en la última parte del manuscrito se expone cómo creó los artefactos explosivos y detalles operativos y tácticos, con la intención de exponer un modus operandi hacia otros extremistas para que actuasen a modo de imitación.  El manifiesto tenía como principal objetivo inspirar y apoyar a otros futuros terroristas para que intentasen replicar sus acciones y que llevasen a cabo otros ataques. En este punto, Breivik obtuvo el éxito deseado al convertirse este manifiesto en un manual que efectivamente acabaría inspirando a futuros terroristas, entre ellos el de la matanza de Christchurch, Nueva Zelanda, en 2019.

Un elemento característico del juicio es que equipos médicos de psiquiatras determinaron que Breivik sufría de psicosis al momento de las acciones criminales, y además tenía esquizofrenia paranoica y alucinaciones. Por estos motivos el terrorista fue enviado inicialmente a un complejo psiquiátrico y no a prisión. Sin embargo, este diagnóstico fue duramente criticado por psiquiátricos y académicos debido a la perspectiva simplista y reduccionista de los hechos. Para ello, se contraargumentó que el terrorista pudo ser guiado por una ideología, actuando racionalmente dentro del marco normativo de una perspectiva extremista. Este caso en particular resalta la dificultad del estudio de la radicalización violenta, dado que hay una corriente de teorías en la que se argumenta que hay factores psicológicos y patológicos que afectan a la toma de decisiones, mientras que la teoría de la elección racional argumenta que estas decisiones son tomadas a conciencia y que siguen una ideología. Posteriormente, tras las críticas, se procedió a realizar una nueva evaluación en la que se descartó la diagnosis anterior y se presentó un nuevo informe en el que Breivik fue diagnosticado con un trastorno de personalidad disocial, así como un trastorno narcisista, lo que implicó que podía ser juzgado como responsable de sus acciones y por ende ir a prisión.

Finalmente, el juez dictaminó a Breivik como culpable y legalmente responsable de sus acciones, recibiendo la máxima sentencia de 21 años. No obstante, esta última puede ser extendida si sigue siendo considerado como una amenaza para la sociedad. Es importante mencionar que el modelo noruego antepone la rehabilitación al castigo en su sistema penitenciario, por eso se explica la corta condena que recibió. Actualmente, el terrorista está en una prisión de alta seguridad en aislamiento y con oportunidades limitadas de comunicación con más personas. Este punto hay que subrayarlo, dado que el terrorista ha recibido mucho apoyo entre los extremistas y hasta cierto punto ha sido vanagloriado por sus acciones.

 

Consecuencias y repercusiones del atentado

Este atentado tuvo una gran repercusión a nivel global y tuvo a su vez varias consecuencias. De entre todas ellas, destaca el creciente interés y alerta en los servicios de seguridad así como en la academia sobre los actores solitarios y cómo estos podrían causar daños masivos. En consecuencia, hubo un aumento de la atención proporcionada a la amenaza del terrorismo de extrema derecha, aunque esta percepción no se afianzaría hasta los atentados terroristas del 2019. Un elemento que vale la pena resaltar es que muchos centros de estudios tornaron su atención hacia este tipo de extremismo, y otros fueron creados exclusivamente para el estudio de este fenómeno. Un ejemplo de esto es que, en Noruega, la Universidad de Oslo creó el Centro de Investigaciones sobre Extremismo, cuya investigación se especifica en el estudio de la extrema derecha. De lo anterior podemos concluir que este atentado sirve para “revivir” el interés por el estudio del terrorismo de la extrema derecha.

En cuanto a las consecuencias relacionadas directamente con el terrorismo de extrema derecha, hay dos que son las más ejemplares. La primera es el modus operandi: estos eventos marcaron la pauta por la que un individuo actúa de manera autónoma y comete un acto terrorista sin la necesidad de una célula o grupo. Este elemento se volvería una de las principales tendencias en el terrorismo de extrema derecha y se argumenta que este atentado sirvió como referencia para futuros ataques. Desde entonces, un gran número de los ataques terroristas por parte de la extrema derecha son llevados de manera autónoma, siendo los más evidentes el de Christchurch en Nueva Zelanda y el de El Paso, Texas, ambos en 2019. La segunda consecuencia que se extrae de este ataque es que sirve como referencia a imitar de cara a la elaboración de manifiestos donde se exponen las visiones del terrorista. Este elemento es muy característico del terrorismo de extrema derecha, ya que en la mayoría de los atentados el perpetrador previamente hace pública su visión extremista vía manifiestos. De nuevo, los terroristas de los atentados en Christchurch y El Paso son los ejemplos más notorios, ya que ambos elaboraron este tipo de manuscritos.

La influencia que este atentado tuvo y sus repercusiones hacen que este incidente quizá pueda ser equiparable al 9/11 en cuanto al terrorismo de extrema derecha se refiere, pues se argumenta que este atentado sirvió como referencia e inspiración hacia otros individuos para replicar sus acciones, por lo que se podría hablar de un punto de partida para el terrorismo de extrema derecha en este siglo.