El Estado Islámico en África Central toma el control de la localidad mozambiqueña de Palma

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Soldados en Mozambique. Fuente: Adrien Barbier/AFP/Getty Images/The Guardian

A finales del mes de marzo, militantes islamistas de la rama de Daesh en la región, conocido como Estado Islámico en África Central (ISCAP, por sus siglas en inglés), desplegaron un fuerte ataque coordinado contra la localidad mozambiqueña de Palma, en la Provincia de Cabo Delgado, al noreste del país. Este ataque permitió a los militantes tomar el control de la zona y desde entonces, las fuerzas gubernamentales luchan para volver a retomar el control de la ciudad, algo que el gobernador de Cabo Delgado ha asegurado haber conseguido. La cifra de víctimas se desconoce por el momento, pues los insurgentes cortaron la mayoría de las comunicaciones en la zona una vez comenzaron con el ataque. Además, el ataque ha provocado el desplazamiento de miles de personas, especialmente hacia la ciudad de Pemba, por lo que las cifras de víctimas y heridos todavía no se han hecho oficiales.

La toma de la ciudad alberga unas implicaciones a varios niveles para el país. A nivel social, los ataques están provocando miles de desplazados forzosos que abandonan sus lugares de origen a causa de los conflictos internos y la violencia, además de su consiguiente daño para los derechos humanos. Desde el punto de vista económico, el ataque ha traído como consecuencia el abandono de macroproyectos que se estaban desarrollando en el entorno más próximo por parte de grandes compañías de gas, como la francesa Total, provocando de manera indirecta una irrupción de las inversiones extranjeras en la región, que se verá frenada tras este ataque. Finalmente, los ataques también comienzan a albergar consecuencias políticas en la medida que los países vecinos temen el efecto multiplicador de estos ataques en sus propias fronteras. De hecho, Sudáfrica ya ha comenzado a planificar una reunión con los países vecinos para discutir la insurgencia de Palma y sus posibles consecuencias para el entorno.

La región de Cabo Delgado ha sufrido una fuerte presencia yihadista desde 2017, donde ISCAP o grupos locales como Ansar al Sunna están buscando incrementar su capacidad y radio de acción a las regiones vecinas. De ahí que se hayan sucedido varios incidentes cerca o al otro lado de la frontera con Mozambique, como ocurrió en octubre de 2020 en la localidad de Kitaya, en Tanzania, o el ataque al oeste de Mozambique a pocos kilómetros de la frontera con Zimbabue. También llegaron a tomar el control de ciudades como Mocimboa da Praia en 2020, por lo que la zona de control de la insurgencia islamista pretende seguir proyectándose por el litoral mozambiqueño hacia la frontera con Tanzania.

Este último ataque pone de manifiesto la fragilidad e inestabilidad de la zona de Cabo Delgado a causa de la presencia yihadista, la cual lleva empleando métodos devastadores contra civiles y fuerzas de seguridad como el asesinato, la quema de poblados enteros, el saqueo o, según apuntan algunos medios, la decapitación de menores de 11 años. Las autoridades de Mozambique tienen un largo camino por delante en la estabilización de la Provincia de Cabo Delgado y su entorno más próximo a medida que la insurgencia islamista siga tratando de penetrar en la zona norte del país y provocando graves consecuencias en la sociedad local.