Observatorio de atentados yihadistas de noviembre de 2021

Policía ugandesa en el lugar del atentado del pasado día 16 de noviembre ocurrido en Kampala. Fuente: VOA News.

1.Análisis

El año 2021 se acerca a su fin y el terrorismo yihadista global, que solo en el mes de noviembre ha dejado más de 534 víctimas, continúa siendo una de las principales amenazas para la seguridad internacional. Su presencia es especialmente alarmante en áreas focalizadas y presenta unos niveles de violencia crecientes con el paso del tiempo, como ocurre en buena parte de África Subsahariana. Mientras, en otras regiones, se observan transformaciones de los escenarios. Tales son los casos de Siria e Irak con la progresiva reaparición del Estado Islámico, que durante el último mes fue capaz de llevar a cabo una treintena de ataques en ambos países, o en Afganistán, donde la actividad terrorista asociada a Wilayat Khorasan, la rama territorial de Estado Islámico (también conocida como IS-K), está representando una seria amenaza para el nuevo gobierno talibán. Tal es así que, con tal de hacer frente al desafío que supone la insurgencia de IS-K, los talibán han decidido realizar cambios estratégicos y trasladar a centenares de sus miembros hacia el este del país, concretamente a Nangahar,  con el propósito de contrarrestar la presencia de combatientes de Estado Islámico, una agrupación que, por cierto, y contra todo pronóstico, no ha dejado de ganar influencia desde que los talibán volvieron al poder. Atentados como el ocurrido en agosto en el aeropuerto de Kabul o la cadena de ataques del pasado mes durante varios viernes consecutivos en distintas mezquitas durante la hora del rezo, que dejaron decenas de víctimas en cada uno de ellos, ponen de manifiesto la incapacidad de los talibán para ejercer como una fuerza antiterrorista eficaz con habilidad suficiente como para hacer frente a la insurgencia de IS-K. A lo anterior se añaden los rumores cada vez más escuchados sobre antiguos miembros de las fuerzas de seguridad afganas y personal de inteligencia que se está sumando a las filas de Estado Islámico por temor a que los talibán los represalien por considerarlos enemigos. Si a la incapacidad talibán por garantizar la seguridad de los afganos le sumamos la grave crisis humanitaria que sufre el país, el colapso de su economía y el no cumplimiento de los derechos humanos, lo cierto es que el balance de los primeros cien días de gobierno se caracteriza por las dificultades y la incertidumbre sobre su sostenibilidad a largo plazo.

Si por sí misma la situación en Afganistán se presenta compleja, los acontecimientos desarrollados durante los dos últimos meses en el vecino Pakistán pueden ayudar a generar todavía una mayor inestabilidad. Pese a no ocupar el centro de la noticia internacional, Pakistán está viviendo un punto de inflexión tras la apertura de negociaciones entre el gobierno pakistaní y la rama talibán en este país conocida como Tahrik-e-Taliban (TTP), negociaciones que han desembocado en un acuerdo de cese el fuego por parte de TTP desde el día 8 de noviembre, y aparentemente respetada en su totalidad. No obstante, esta concesión no ha sido gratuita, ya que antes las autoridades pakistaníes tuvieron que aprobar la excarcelación de diversos presos de la organización. El resultado de este proceso negociador preocupa especialmente a los talibán afganos, quienes pueden verse afectados por el devenir de la relación entre sus hermanos pakistaníes y el gobierno, y es por ello que están ejerciendo como intermediarios para asegurarse que las negociaciones llegan a buen puerto. A este interés de los talibán afganos hay que añadir el riesgo que supone que unos acuerdos que no contenten a buena parte de TTP puede suponer una fuga de sus miembros más radicales, tanto en la base como en la alta jerarquía, hacia la rama territorial de Estado Islámico, que también tratará de aprovechar la inestabilidad que pueda derivarse igual que ha ocurrido en Afganistán para ganar nuevos adeptos y adquirir tal capacidad como para rivalizar abiertamente con los talibán en ambos países. Tampoco debemos olvidar que a esta ecuación habría que sumar la variable que pueda jugar Al Qaeda, que se encuentra bajo el amparo de los talibán y tiene presencia tanto en Afganistán como en Pakistán. Hasta la fecha, la organización liderada por Ayman Al Zawahiri tiene un papel secundario y un posicionamiento de perfil bajo frente los acontecimientos que se están desarrollando, pero no hay que descartar que un posible empoderamiento de Estado Islámico sobre el mismo suelo que tradicionalmente ha ocupado el corazón de Al Qaeda le obligue a reaccionar para defender su territorio.

Saltando de escenario y desplazando el foco de interés hacia el continente africano, la atención sigue recayendo un mes más sobre lo que acontece en el Sahel Occidental y el resto de África Subsahariana. Mientras que los grupos yihadistas continúan con su expansión hacia el Golfo de Guinea, como explica Marta Summers en su último análisis pormenorizado de la región, la amenaza comienza a adquirir especial relevancia en el corazón del continente, concretamente en Sudán, Uganda y República Democrática del Congo. Si bien es cierto que en este último país la situación lleva deteriorándose desde hace varios años por la confluencia de intereses entre la agenda islamista de grupos extremistas violentos y la influencia del yihadismo global,  la expansión que desde este territorio está teniendo la franquicia regional de Estado Islámico (ISCAP) hacia Uganda es realmente preocupante hasta tal punto que en el mes de noviembre, y como continuación a los ataques iniciados en octubre, se produjo una cadena de atentados junto a una comisaría y al parlamento nacional (caso de estudio #55), siendo estos los primeros ataques suicidas que sufre el país por parte de ISCAP. Pese a que las autoridades ugandesas creen que detrás de estos atentados está ADF, lo más probable es que sean obra de ISCAP por la forma en la que estos ataques se han desarrollado y por el devenir de los últimos acontecimientos. No olvidemos que el gobierno ugandés no es el único que o bien no reconoce la existencia de una amenaza por parte de Estado Islámico o bien lo hace tardíamente, como ya ocurrió sin ir más lejos en el pasado más reciente con Mozambique tras atribuir las acciones terroristas violentas desarrolladas durante meses a los grupos locales en lugar de a la facción de Estado Islámico. Negar la evidencia tanto de los lazos establecidos durante los últimos años entre estos grupos de agenda local y el Estado Islámico, así como del incremento de la amenaza en términos de seguridad a partir de ello puede ser un error por parte de las autoridades que ponga la vida en peligro de sus ciudadanos.

Precisamente Mozambique sufre lo que parece ser una expansión del yihadismo desarrollado tanto por Ansar al Sunna como por ISCAP. Dado que resulta muy complejo establecer la diferencia entre ambas organizaciones, se entiende que ambas tienen una agenda similar en cuanto a objetivos y comparten intereses, de ahí que sería posible que se dé un entendimiento de cara ampliar conjuntamente sus zonas de influencia. Así ha quedado de manifiesto durante un último mes en el que por primera vez se han llevado acciones terroristas más allá de la provincia de Cabo Delgado. Todo apunta a que Niassa se ha convertido en el nuevo atractivo para los terroristas en su intento de llegar más allá de su tradicional centro de actividad (#86). No obstante, esta decisión también debe ser explicada por un hecho contraproducente para sus intereses, ya que se estarían viendo obligados a moverse por el territorio debido a la presión de la lucha antiterrorista, la cual parece que durante los últimos meses está consiguiendo ciertos éxitos y está limitando la capacidad de los grupos yihadistas en ciudades como Mocimboa da Praia o Palma.

Por último, es importante que nos detengamos en el atentado ocurrido en Liverpool a mediados de noviembre. Pese a que diversos indicios, como es el hecho de que se tratara de un atentado suicida, apuntaban directamente a una motivación yihadista, lo cierto es que las investigaciones desarrolladas no han permitido constatar hasta la fecha que así sea. Que no se hayan encontrado evidencias de radicalización o proceso de (auto)adoctrinamiento durante los registros realizados ponen en duda que detrás de este ataque exista una inspiración yihadista, algo similar a lo ocurrido en el atropello de Torre Pacheco en Murcia el pasado mes de septiembre. Es por ello que ninguno de los dos hechos ha sido incluido como casos de estudio, a la espera de que las investigaciones policiales determinen si existió detrás de ellos una influencia procedente de la ideología del salafismo yihadista.

En cuanto al apuñalamiento ocurrido en Cannes a inicios de mes, en el que un hombre apuñaló a un policía, y que distintas fuentes apuntaron a que podía tratarse de acto terrorista, finalmente se ha investigado como un delito común que no ha requerido de la participación de especialistas en antiterrorismo.

Para finalizar, los dieciocho países en los que se ha producido al menos un atentado de inspiración yihadista en el mes de noviembre y que se han saldado con al menos una víctima son: Afganistán, Siria, Irak, Pakistán, India, Tailandia, Filipinas, Yemen, Egipto, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Camerún, Uganda, República Democrática del Congo, Somalia y Mozambique.

2. Metodología

La metodología de la presente investigación tiene como base la búsqueda y el análisis de fuentes abiertas, siendo éstas esencialmente noticias de prensa nacionales e internacionales, informes de instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno y comunicados emitidos por los propios grupos terroristas (teniendo en cuenta que la información de éstos no siempre es fiable y siendo contrastada previamente). Dichas fuentes son accesibles al lector y pueden ser consultadas a través del enlace adjuntado en los resúmenes que acompañan a los datos extraídos en cada uno de los casos de estudio registrados. No obstante, existen algunas excepciones en las que se ha decidido no añadir el enlace por motivos de sensibilización y respeto a las víctimas, al tratarse de imágenes que no se considera necesario mostrar.

En la sección que hace referencia a la autoría de los atentados, en determinados casos se puede leer “sin confirmar” junto al nombre de la organización terrorista. Esto sucederá en todos aquellos casos donde ningún medio oficial vinculado a la organización autora haya reivindicado dicho ataque. Pese a la falta de esta confirmación, existen vínculos, modus operandi y características comunes con otros antecedentes que pueden ayudar a determinar la autoría, aunque siempre exista el riesgo de equivocarse en el análisis de la información.

El objetivo último de este observatorio es intentar conocer los máximos casos posibles, sabiendo que resulta imposible plasmar todos ellos por la inaccesibilidad de medios o falta de información en determinadas regiones. Debido a esta razón, uno de los criterios que debe reunir un atentado para aparecer en esta investigación es que se produzca alguna víctima, dado el escaso (o nulo) eco mediático que tienen aquellos casos en los que por suerte no se producen muertes, excepto en el caso de países occidentales donde sí se incluyen los atentados que no hayan provocado víctimas, así como aquellos otros que presenten unas particularidades propias que requieran su inclusión. El objetivo último es que los datos representados mes a mes permitan mostrar la evolución del terrorismo yihadista a partir de la actividad de las distintas organizaciones que lo representan a escala global.

Finalmente, se recuerda, como todos los meses, los criterios establecidos a la hora de contabilizar los casos de estudio:

• Atentados que sean perpetrados por organizaciones yihadistas o
• Cometidos por individuos inspirados en su ideología
• Donde al menos se produce una víctima mortal, pudiendo ser el propio terrorista (con las excepciones ya citadas)
• Que estén documentados por fuentes contrastadas.

 3. Tabla con casos de estudios documentados